Nos dijeron [a los hombres] que el poder era nuestro y debíamos ejercerlo. Después, con razón, nos señalaron y juzgaron por abusar de ello. Luego nos dijeron que fuéramos sensibles, pero después nos descartaron por parecer débiles, blandos. Por no resolver. Insistieron en hablarnos de igualdad, pero al parecer, nuestro lugar, en esa historia, es por lo menos incómodo, a veces devaluado y, en el peor de los casos, el del villano desalmado que debe ser anulado. Y que aún, a pesar de todo, se presupone que seguimos teniendo todo el poder. Es solo que, a veces —a menudo— no es así. Se nos pide cambiar, evolucionar, redefinirnos. ¿Pero en qué dirección? ¿Con base en qué valores? ¿Qué tipo de masculinidad es posible construir cuando las referencias han sido desmanteladas y solo la crítica ha ocupado el lugar del modelo? ¿Dónde están los hombres? Estamos aquí. En todas partes. Existiendo. Tratando de hacer nuestro trabajo, de cumplir nuestra función. Pero, ¿cuál es exactamente esa función? ¿Existe una manera legítima, aceptada, no patologizada, de vivir nuestra identidad masculina sin tener que disimularla, renunciar a ella o, de plano, transformarla por completo en algo más, que por ahí ya no se sabe ni qué es? ¿Existe, hoy por hoy, una manera honorable, valiosa, digna, de Ser-Hombre? Sí. Por supuesto que sí. Ser hombre, del psicoterapeuta Jorge Cantero, es un texto confrontativo sobre la masculinidad, que no es tóxica ni peligrosa por naturaleza, sino un tema del que debe hablarse con mayor profundidad, a otro nivel, para construir caminos sanos en los que todos podamos andar.
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